Así es el amor por Alfa Romeo
Las hipérboles, las metáforas, las exageraciones propias de un alfista. Pero ahora, observa. Escucha. Disfruta de los cuatro modelos que Petrolicious pone ante las cámaras en el circuito de Willow Springs, con el propio Brandon Adrian al volante.
El Giulietta Competizione Spider Sebring, de los que existen pocas unidades, con un motor 1.3 que entregaba 120 caballos en los años cincuenta. La belleza de sus líneas. El sonido de su motor.
O el GTA, preparado por la propia Autodelta, sección deportiva de la marca, que era el sustituto del Giulietta. Un aspecto agresivo. Un ronroneo ronco y redondo de un motor 1.3 del que Autodelta extrajo 165 caballos. De aspecto inmejorable, obra de Bertone.
Y otro Bertone es el Montreal, el muscle car italiano que ni siquiera pisó América, y cuyo motor derivaba directamente de los coches de competición que estaban obteniendo victorias en las pruebas más importantes del mundo.
Luego, el salto temporal. La modernidad. El brutal 4C, pequeño, liviano, potente. El elegante pero deportivo Giulia, el último nacido que recupera las raíces de rendimiento de la marca.
Alfa Romeo. Tan criticados como amados. Pero hay que tener uno al menos en la vida, para entender qué significa el reparto perfecto de pesos, la dirección precisa, la deportividad visual y en movimiento. Para enamorarse sin remedio del presente, del futuro, del pasado. Para recordar que hay cosas que no pueden explicarse. Alfa Romeo es una de ellas.